Todavía quedan franquistas en España. La enorme mayoría de esa tremenda minoría de ciudadanos añorantes de la sangre y la represión salen a pasear su nostalgia y marginación en fechas señaladas, como el 20 de noviembre, aniversario de la muerte del general Franco. Pero hay algunos que han logrado ascender y ascender. No se trata de adolescentes ignorantes y manipulados que igual estaban con el dictador que podían estar con el Partido Comunista , y que con el tiempo se hacen cruces al recordar ese pasado imberbe. Se trata de hombres hechos y derechos que ocuparon cargos como gobernador civil y jefe provincial del Movimiento Nacional, la organización de Franco, la herramienta de control policial y político durante 40 años.
Roberto García-Calvo era uno de ellos. Fue gobernador civil y jefe provincial del Movimiento en Almería. Un hombre de la dictadura. Un hombre que, ya que en España no se ajustó las cuentas a nadie con la ley en la mano en aras de una supuesta concordia y con grandes dosis de amnesia colectiva, debía de quedarse en un muy discreto segundo plano y dando gracias. Pero el Partido Popular acudió al rescate, con la oposición del PSOE primero y con su aceptación después: Roberto García-Calvo, el hombre que sirvió fielmente en la organización sindical y en el Ministerio de Educación a un régimen inspirado en el fascismo de los años 30, se convirtió en el 2001 en miembro de pleno derecho del Tribunal Constitucional de una democracia. Una paradoja sin comparación por el mundo civilizado adelante.
Esta insólita anomalía remató ayer: la muerte lo sorprendió sin previo aviso. Se reunió así en el más allá con las docenas de miles de fusilados por el franquismo.
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