En las conferencias que doy por el norte de Europa siempre sale el tema del tal Almodóvar y el de lo toros. Del primero que Dios lo bendiga pero lo ignoro todo. Con el segundo siempre recurro a alguna argucia para restarle importancia a tan bárbara costumbre. Hoy, sin embargo, no sabría que decir, porque leo en la prensa que se han llegado a pagar 5.000 euros por dos entradas para ver torear en Barcelona, ciudad culta donde las haya, a un ciudadano de nombre José Tomás. En palabras del empresario Antonio Matilla, que gestiona el coso barcelonés: «José Tomás le ha dado a la ciudad una vida bestial».
España es así, y a veces no me extraña que en el norte de Europa la estudien sabiendo que, de verdad, es diferente. Y milagrosa: tiene un pie en el siglo XXI y otro en el XIX.
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