Hoy se conmemora el día destinado a denunciar y concienciar sobre la denominada «violencia de género». Así pues, es el día para dar la enhorabuena a España entera, puesto que es uno de los países con un índice más bajo en ese tipo de violencia que ejerce un sexo sobre otro. ¡Estamos con los mejores! Países como Dinamarca (y ya no digamos Finlandia) se encuentran mucho más atrás en la lista, así que les espera un largo camino todavía. Así pues, en España es ya un problema menor, muy menor, lo cual no quiere decir ni que esté resuelto ni que haya que mirar a otro lado.
Por lo tanto, habiendo reducido el problema a sus márgenes objetivos, es el momento de dar un paso más. No atacar las consecuencias, no lamentarse ni hacer minutos de silencio, sino indagar en las causas.
Lo curioso es que llegados aquí hay un muro de silencio cómplice. Universidades, medios, grupos civiles y Gobierno no han manifestado el mínimo interés en ver (y actuar) cuánta de esa «violencia de género» viene en el magro equipaje de los inmigrantes. O de analizar cuál es la influencia de los videojuegos ultraviolentos en la gente joven que luego, cuando la novia dice adiós, le parten la cara porque en los videojuegos hasta la vida es gratis. O de hacer un estudio sobre estratigrafía social, que igual demuestra (o no) que la mayor parte de los casos se dan en personas de tal o cual calificación académica o tipo de oficio o profesión. Y, lo más importante porque hacia ahí apuntan los tiros, si la actual Ley de Divorcio -que permite que una mujer incremente de manera brutal su patrimonio simplemente con acogerse a ella, mientras su pareja queda en una situación rozando la miseria real- es o no es también un detonante de la violencia.
Porque, con mil excusas, nada de eso se investiga y analiza. Y si tanta preocupación hay ante el problema, no vendría mal retirar todas esas disculpas de que es inmiscuirse en vidas privadas, de que son datos que pueden incitar a más violencia, de que los videojuegos son simplemente eso, juegos… Quizás sea más fácil hablar de «feminicido», «violencia machista» (que, al parecer, todos los hombres llevamos dentro per natura), «agresións constantes» y similares. O sea, frases que, con sus matices, han sido escuchadas a lo largo de la historia del siglo XX para justificar acciones de masas que pesan como una losa.
PD/ Por cierto que la ignorancia sigue campando: «gender violence» no se puede traducir por «violencia de género». En español los géneros son dos, masculino y femenino, amén de los productos que se venden en los comercios, especialmente de telas. En español se dice «violencia de sexo», «violencia sexista» o similar. Que, por cierto, también sufren los hombres.
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