Las recientes elecciones al Parlamento europeo han demostrado una cosa en España: en aquellos enclaves donde los políticos (generalmente ligados al PP, pero no exclusivamente) han sido detenidos o al menos seriamente acusados de corrupción y nepotismo los votantes les han dado un respaldo aún mayor que el que tenían. Es decir, la corrupción en España no sólo sale gratis para el corrupto, sino que goza de los favores de los administrados, como así expresan libremente en las urnas.
Entender esto no es fácil, sobre todo para los ciudadanos del norte de Europa. Se asienta sobre bases sociales centenarias de clanes y favores, un sistema de relaciones que nada tiene que ver con la democracia. El corrupto no sólo llena su bolsillo, sino también el de los amigos y su círculo de influencia y, lo que es más importante, genera trabajo en su territorio. Por eso la mafia italiana o los narcotraficantes colombianos gozan de tanto apoyo popular.
En el caso de España, la periodista Gabriela Cañas cita, por ejemplo:
En enero pasado, el pequeño pueblo canario de Mogán fue noticia destacada. La policía detenía de nuevo a su alcalde y a otros cuatro colaboradores y funcionarios. La acusación: prevaricación, malversación de caudales públicos y tráfico de influencias. Ese alcalde se llama Francisco González y es del Partido Popular. Cinco meses más tarde, ese partido ha aumentado su apoyo electoral en el pueblo logrando el 69% de los votos en las elecciones europeas.
Para Willy Meyer, europarlamentario de Izquierda Unida, la situación se define así:
Es como si la sociedad española no considerara la ética civil.
Los casos del presidente de la Diputación de Castellón, Carlos Fabra, que en cada consulta electoral saca más votos a pesar de estar «perseguido por la Justicia y estar imputado por la Fiscalía Anticorrupción por fraude fiscal y delitos contra la Administración pública» (texto de la misma Gabriela Cañas) o el del presidente de la Comunidad Valencia, Francisco Camps, en situación más o menos semejante, parecen dar la razón a quienes piensan que España, todavía, es diferente.
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